Anastasia Soperez (27 años) fue paciente de la Terapia Intensiva del Hospital Italiano, luego de haber sido operada por un sarcoma miofibroblástico que tuvo una recidiva de base en la hemimandíbula derecha en diciembre de 2017. Hoy completó sus ciclos de quimioterapia, terminó su carrera terciaria de Administración de empresas, y quiere narrar su experiencia.
Texto y Fotografía: Anastasia Soperez
“En la vida siempre hay dos caminos o más y este era uno de ellos, el más largo. Todavía quedaba un tramo que recorrer. Aunque si observaba lo que se encontraba detrás de mí: era la puerta más acogedora y lo que tanto deseaba, me llevaba directo a mi hogar. Pero era mi salud a lo que debía apostar. Entonces, cerré los ojos y entré en ese mundo, el de la quimioterapia, del cual había escuchado una vez y lo veía tan lejos mientras me realizaban rayos.
El primer paso fue coordinar un turno con el médico oncólogo, quien siguió mi caso desde el día uno, al igual que mi cirujano y su equipo. Son personas en la cual deposito toda mi confianza. Ese día se me explicó cómo iba a ser el tratamiento, su duración, que debían colocarme un port a cath y su por qué. Aunque me resistía a la idea de ingresar una vez más al quirófano ya estaba ahí, debía afrontarlo.
Comencé de inmediato un 15 de enero, a las 8:00 am tuve que dar el presente, me colocaron una pulsera y luego a esperar a que me asignen la habitación o box en el caso de los pacientes ambulatorios. Sector 18: Oncología. Si cierro mis ojos puedo sentir que estoy ahí y recorrer cada espacio. Mi tratamiento consistía en internarme cinco días, durante los cuales me pasaban las drogas que necesitaba y, luego descansar 21 días.
Si bien fue por y para prevenir la enfermedad sé que era demasiado fuerte por lo que debía pasar. Cada internación eran ciclos, primero tres ciclos, control y tres ciclos más. El inicio del mismo lo viví dormida y, al mismo tiempo, alerta porque todo era nuevo y desconocido para mí. Pasado los 20 días, una vez afuera, mientras me duchaba observé que se me caía el cabello, ese fue el primer efecto. No es una experiencia muy agradable pero no es algo que me haya afectado. En mi primera dosis crucé palabras con una chica de 35 años que se encontraba mucho más avanzada en su quimioterapia y me menciono que cuando sienta molestias en mi cuero cabelludo muy similar a cuando uno se recoge el cabello tirante era porque en pocos días iba a comenzar a caerse, así que estuve alerta a esa sensación y la detecté cuando me sucedió. Antes de comenzar fui a lo de unos peluqueros amigos a que se me corté el pelo, no quería esperar a que se me caiga de a mechones ya que tenía el cabello largo. Así que adelanté un paso. De todas formas gracias a la quimioterapia encontré mi corte y pienso mantener mi cabello corto por un largo tiempo.
Y así fueron pasando los ciclos: acompañada de profesionales, haciéndome amiga de las chicas de la cocina (aunque no comía su comida, ellas decían que yo era una internada VIP), riendo con Viviana que es payamedica de ArteSalud, todos los miércoles recibía su visita… También intercambiando historias con mis compañeras de cuarto y con quienes estaban firmes en cada paso del tratamiento: las enfermeras.
Los pasos a seguir eran: Primero la pre medicación (media hora) después el dexa con una droga que duraba 4 horas aproximadamente y por último el protector renal que llevaba 15 horas, dormía con él, fue mi compañero en las madrugadas.
Existían días en donde solo quería dormir y otros dónde me la pasaba caminando por los pasillos. Siempre que me veían en forma de chiste me decían que no salga corriendo.
Supe tomar este camino – que no niego, fue difícil- como un recorrido donde me supe encontrar, enfocarme 100% en mi (así debería ser en la vida de vez en cuando, sin tener que pasar por una enfermedad). Me ayudó a tener los objetivos claros. Supe conectar con la lectura y transmitirlo a quien lo necesite. La enfermedad y la quimioterapia me ayudaron a visualizar el camino. A centrarme. A saber lo que me hace bien e ir detrás de eso. A verme en el espejo y abrazarme. A conectar con esa fe interna que hace tiempo la había perdido. A terminar etapas y saber que es lo que quiero. A cuidarme y priorizarme. A tomar este camino desde la unidad dónde había enfermado pero al mismo tiempo estaba sanando. Hoy soy una persona segura de nuevo y feliz de seguir este viaje que es la VIDA.”