Segundas Víctimas

Por Dr Hernán Michelángelo y Lic. Enf. David J. García

 

La Seguridad del Paciente es un principio fundamental de la atención sanitaria. Hay un cierto grado de peligrosidad inherente a cada paso del proceso de atención de salud.

Los eventos adversos pueden estar en relación con problemas de la práctica clínica, de los productos, de los procedimientos o del sistema. La mejora de la seguridad del paciente requiere por parte de todo el sistema un esfuerzo complejo que abarca una amplia gama de acciones dirigidas hacia la mejora del desempeño; la gestión de la seguridad y los riesgos ambientales, incluido el control de las infecciones; el uso seguro de los medicamentos, y la seguridad de los equipos, de la práctica clínica y del entorno en el que se presta la atención sanitaria.

Se identifica como evento adverso aquel que produce daño al paciente después de que este ingrese a una institución médica, y está relacionado más con el cuidado proporcionado que con la enfermedad de origen. Ejemplos de eventos adversos pueden ser una infección intrahospitalaria, una reacción alérgica a un medicamento o bien una caída; se da por entendido que un porcentaje importante puede ser prevenible o evitable.

Se ha identificado que uno de cada 10 pacientes ingresados a organizaciones de salud, sufre alguna forma de daño evitable que puede provocar discapacidad grave o incluso la muerte. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la incidencia de eventos adversos en hospitales es del 9.2%, de los cuales el 43.5% se consideran evitables. El estudio Harvard Medical Practice Study, efectuado en 51 hospitales del estado de Nueva York en los Estados Unidos, identificó una tasa de eventos adversos de 3.7%, el 27.6% fueron debidos a negligencia, el 70% condujo a discapacidades leves o transitorias, el 3% a discapacidades permanentes y el 13.6% contribuyeron a la muerte. En el estudio realizado por Vincent et al., en 2 hospitales de Londres, obtuvieron una incidencia de eventos adversos del 10.8% en 1,014 pacientes, el 48% de los cuales fue catalogado como prevenible y un tercio de los mismos condujeron a moderada o alta incapacidad o muerte.

En el 2008 se llevó a cabo en 5 países de América Latina el Estudio IBEAS de efectos adversos en hospitales de Latinoamérica: se estudiaron un total de 58 hospitales y 11,555 expedientes, y se obtuvo un promedio general de 10.5% de pacientes con eventos adversos relacionados con la asistencia sanitaria. Los eventos adversos mayormente identificados estaban relacionados con la infección nosocomial o con algún procedimiento.

Es evidente que los incidentes relacionados con la seguridad del paciente con consecuencias graves afectan de una manera directa a los pacientes y sus familiares. Sin embargo, no son ellos los únicos que sufren y se ven afectados.

El deseo de cualquier profesional sanitario es mejorar la vida de sus pacientes y paliar o minimizar el sufrimiento cuando lo primero ya no es posible. Cuando un paciente padece un daño accidental en el proceso de atención, la confianza en el profesional se deteriora. Es una experiencia traumática y dolorosa pero no solo para el paciente y su familia (Primera Víctima), sino también para los profesionales sanitarios que se ven involucrados y que se convierten así en “Segundas Víctimas” de dicho evento adverso. Este hecho puede acarrear para ellos serias consecuencias laborales, familiares y personales y para las instituciones sanitarias (Terceras víctimas) donde estos eventos adversos ocurren una pérdida de prestigio entre ciudadanos y pacientes.

Las segundas víctimas han sido definidas por Scott et al. como los profesionales sanitarios que se ven involucrados en un evento adverso no previsto, un error médico y/o un daño sufrido por el paciente, y se convierten en víctimas en el sentido de que quedan traumatizados por el evento. Es frecuente que se crean personalmente responsables de lo que le ha sucedido al paciente. Muchos sienten como si le hubieran fallado, cuestionándose sus habilidades clínicas y conocimientos.

La prevalencia de segundas víctimas parece variar del 10 % al 43 %, según estudios. Un 2,5 de los implicados reconocieron un impacto severo en su vida personal.

Las segundas víctimas cambian su forma de interactuar con los pacientes a partir de la ocurrencia de un evento adverso con consecuencias graves. Su modo de práctica se vuelve inseguro, su situación afectiva se ve alterada y las dudas sobre su criterio profesional hacen que se afecte la calidad de la atención que brindan a otros pacientes. Tras un evento adverso sabemos que se incrementa la posibilidad de que ocurra un nuevo evento precisamente por esta respuesta emocional.

Sospechándose una afectación distinta entre hombres y mujeres, considerándose este último colectivo como más vulnerable, las consecuencias de los eventos adversos en los profesionales involucrados tienen su impacto a nivel emocional y se caracterizan por una respuesta de ansiedad, despersonalización, frustración, culpa, síntomas depresivos, insomnio o dificultades para disfrutar sueño reparador, reexperimentar el suceso una y otra vez, ira y cambios de humor en casa. También impactan a nivel profesional, presentando una preocupación mórbida por su rendimiento y capacidad profesional que llega a afectar a su toma de decisiones clínicas, obnubilación, confusión y dificultades para concentrarse en una tarea. El miedo a consecuencias legales y a la pérdida de reputación profesional está presente en su trabajo diario. La relación con el paciente se ve alterada por cambios de humor y, en muchos casos, optan por ocultar información al paciente por temor o por no saber cómo hacerlo. En este último aspecto, los enfoques que se han denominado «open disclosure» buscan facultar a los profesionales para asegurar una comunicación franca con el paciente, con información veraz, con reconocimiento de lo sucedido, aprendiendo a expresar su pesar por lo sucedido y a atender las expectativas de atención del paciente junto a información sobre las medidas para evitar que un incidente similar vuelva a ocurrir.

Cada segunda víctima tiene su manera propia de hacer frente a la situación, pero Scott et al. describieron una trayectoria de seis etapas en la recuperación general de las segundas víctimas:

  1. El caos y la respuesta del accidente
  2. Las reflexiones no pertinentes
  3. Restauración de la integridad personal buscando apoyo para contar su experiencia o entender el impacto
  4. Soportar la inquisición de los demás
  5. Obtener ayuda, “primeros auxilios” emocionales
  6. Sobrevivir o avanzar

Para las etapas posteriores, las instituciones pueden proporcionan algún apoyo emocional; pero para las primeras etapas los superiores jerárquicos y los compañeros se podrían formar en la prestación de apoyo inmediato adecuado. Además, el problema se puede afrontar centrándose en el error e intentando entenderlo o bien aprendiendo a gestionar las emociones. Esta segunda estrategia suele dar mejores resultados.

Las reuniones con familiares o pacientes se han identificado como una manera importante de reducir el impacto negativo del evento en los médicos, pero no es un método que garantice la obtención de alivio o absolución.

Don Berwick, un gestor de organizaciones de salud planteó: »Los trabajadores sanitarios que se ven envueltos en un error con daño, como algún día nos pasará a casi todos, quedan también gravemente lastimados. Y si realmente nos dedicamos a curar, tenemos que curarlos a ellos también. Es parte del trabajo. No es opcional, es un imperativo ético».

 
Hay que avanzar en la atención a las segundas víctimas, ya que es un tema tanto ético como de calidad (la atención al cliente interno), que contribuye a la seguridad del paciente, de muy baja o nula implicación presupuestaria y que haría sentir a los profesionales que sus organizaciones también se preocupan por ellos.

Autores: Dr Hernán Michelángelo y Lic. Enf. David J. García .

Contacto: seguridad.delpaciente@hospitalitaliano.org.ar / medicinadeltrabajo@hospitalitaliano.org.ar

Referencias bibliográficas:

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